En el post anterior les conté sobre qué priorizar a la hora de llevar adelante una estrategia de comunicación, la emoción o la razón.
Un dicho muy acertado sobre las campañas electorales es el que plantea que las mismas son carreras de obstáculos y quien gana, es aquel candidato que más ha podido evitarlos.
Por ello, la primera gran acción a considerar es que la decisión de ser candidato sea realmente una decisión de la cual se está completamente seguro y si además, para la misma se podrán conseguir y/o tener los recursos mínimos necesarios para poder llevar la candidatura adelante. Que el ego no te convierta en un ternero en camino al matadero sin poder brindar una justa pelea, teniendo en cuenta que las probabilidades de perder son las más realistas. Hay que evitar el sentimiento de frustración a toda costa.
El desafío de ganar una elección, siempre desata pasiones.
Desde el mismo candidato, su círculo cercano y especialmente sus seguidores, las emociones juegan un rol muy limitante, poniendo en riesgo el resultado electoral.
Tampoco se debe permitir que quien lidera la estrategia sea alguien cuyas emociones personales lideren la estrategia, en concreto, nuestro jefe de campaña no debe permitir que sus sentimientos opaquen la toma de decisiones, por ello siempre se recomienda que ni los familiares o personas del círculo de mucha confianza del candidato formen parte del proceso de planificación y de ejecución de una campaña.
Tu jefe de campaña tiene que ser alguien neutro, preferentemente que no te conozca previamente, y que piense en la carrera como parte de la acción de competir. De la misma manera se le recomienda a los médicos no operar, ni atender personalmente a quienes forman parte de su círculo afectivo, ya que es poco probable mantenerse aislados de los sentimientos, de esta forma las acciones estratégicas serán lideradas por decisiones racionales, evitando la posibilidad de errores.
De la mano de estas recomendaciones hay algo que muchas veces por diversas razones se creen que son innecesarios y es precisamente llevar adelante un proceso de investigación. Sin datos, no hay decisiones racionales. Sin datos, no podemos brindar un diagnóstico. Una vez más la medicina nos enseña al respecto. El instinto, la experiencia, el olfato, son parte del proceso, pero no necesariamente ciertos o verdaderos. Guiarse por ideas verosímiles te pueden llevar a perder, algo que a priori reconocemos como una gran posibilidad, pero en vez de generar una amortización a futuro para el candidato, nos dará como resultado el desgaste de un candidato cuyas consecuencias son prácticamente insalvables.
Una vez que contamos con la decisión, el equipo y los datos, debemos desde ya trazar la estrategia electoral. Las propuestas de campaña en la actualidad se construyen con grandes enunciados que dan lugar a libre interpretación, apelando a la emoción, interpelando y conversando un poco con tu público duro (aquel sector que ya sabemos te va a votar por sí) y mucho uso de recursos y tiempos para el público indeciso semejante a tu electorado. Jamás pierdas tu tiempo y recursos dedicándote a conversar con el público opositor, (salvo que te sirva para afirmar tu estrategia en los indecisos) porque ellos jamás cambiarán su voto, al igual que tus votantes.
Bajo ninguna circunstancia te conviertas en un candidato improvisado. A cada reunión, visita, nota debemos estar informados, y con respuestas ensayadas (incluso para el peor panorama). No hay que subestimar al electorado. Una sonrisa, y una camisa de color blanco no es realmente lo que te permitirá ganar. Tampoco lo será un eslogan, el concepto de marca que elijas o el relato que inventes. Estos son instrumentos y herramientas, desde ya absolutamente necesarias, pero no suficientes para vencer.
El siglo XXI transformó la forma de hacer campaña y por ello en la implementación y la distribución de tiempos y recursos ya no se pueden obviar las campañas online multiplataforma, en la que el candidato además debe parecer cercano y realmente comunicarse con el votante a diario, pero tampoco debemos olvidar, ni dejar de lado, la necesidad de la radio, tv, medios gráficos pero en especial no tener miedo de que nuestro candidato camine la calle con naturalidad. Si hay algo que es fácil en una campaña es malgastar recursos financieros y humanos Y ocasionalmente, como Joseph Napolitan cuenta “es posible ahogar a un oponente en un mar de dinero, pero en la mayoría de campañas, considerando que cada candidato tiene al menos la cantidad mínima de dinero para organizar una campaña normal, el probable ganador es el que gasta mejor su dinero”.
Por último, y no por ello menos importante, recuerde que la teoría de que mucha gente vota al presunto ganador en elecciones por estar con quien gana, es falsa. Muchas campañas están dedicadas a demostrar que el candidato ganador es el suyo, se filtran encuestas a la prensa demostrando que su candidato va por delante de los demás esperando que los electores se movilicen para estar con el ganador pero en efecto el resultado es el contrario.
Y a no olvidarse, que así como en la compra de una propiedad lo que hay que priorizar es la locación, lo mismo sucede con una estrategia en la campaña. Ya que en esta carrera de obstáculos una estrategia adecuada puede sobrevivir a una campaña mediocre, pero una estrategia errónea hará fallar a la campaña y el candidato más brillante.
Escrito por
Alexandra Carballo Frascá
Columnista Senior
Politóloga y Docente de Ciencia Política, egresada de la Universidad de Buenos Aires.
Docente de la misma casa de estudios y de la Universidad de Belgrano. Especialista en comunicación digital (UTN) de organismos gubernamentales, políticos y figuras públicas (OEA). Experiencia en comunicación del tercer sector y en el ámbito privado. Especialista en Marketing (ESEADE). Se desempeña profesionalmente en las áreas de consultoría, capacitación, planificación y gestión de la comunicación integral digital, asesoría legislativa e incidencia en políticas públicas. Dirige su propia Fundación.
Twitter: @AlexCarballoOK
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